Resumen:
Dag Hammarskjöld es considerado uno de los mejores Secretarios Generales de las Naciones Unidas, entre los más dinámicos e influyentes. Es uno de los diplomáticos más proactivos cuyo legado duradero se centra en la diplomacia tranquila, el mantenimiento de la paz y la ayuda al desarrollo. Estas tres características fundamentales de las Naciones Unidas de hoy en día son el resultado de las ideas de Hammarskjöld. Su legado en las Naciones Unidas se considera un faro y una leyenda para aquellos que busquen el camino hacia la paz y la seguridad internacional, y una brújula moral para los funcionarios internacionales. Este artículo intenta captar parte de la contribución a su conocida «diplomacia tranquila» (mediación privada informal) para resolver algunas de las peores crisis que ha visto el mundo.
Palabras clave: Dag Hammarskjöld, Naciones Unidas, Secretario General, diplomacia tranquila, mediación
Dag Hjalmar Agne Carl Hammarskjöld fue un funcionario sueco, diplomático, economista y escritor, último de los cuatro hijos de Agnes (Almquist) Hammarskjöld y Hjalmar Hammarskjöld, primer ministro de Suecia, miembro del Tribunal de La Haya, gobernador de Uppland, presidente de la junta de la Fundación Nobel (Naciones Unidas, 2012). Fue el segundo Secretario General de las Naciones Unidas desde abril de 1953 hasta su muerte en un accidente aéreo en septiembre de 1961.Se lo considera uno de los «mejores, más dinámicos y más influyentes secretarios generales que haya conocido Naciones Unidas (Annan, 2007; Thakur, 2015) y el presidente John F. Kennedy se refería a él como «uno de los más grandes estadistas de nuestro siglo» (Linnér, 2007). Es una de las cuatro personas galardonadas póstumamente con el premio Nobel de la paz en 1961 pero había sido nominado antes de su muerte, y fue el único Secretario General de las Naciones Unidas fallecido durante su mandato.
Dijo el Secretario General Kofi Anan al referirse a su legado que «su vida y su muerte, sus palabras y sus acciones, habían contribuido más a dar forma a las expectativas públicas del cargo y, de hecho, a las de la Organización y su historia que las de cualquier otro hombre o mujer. Su sabiduría y su modestia, su integridad acreditada y su devoción a su trabajo con ahínco, han puesto el listón para todos los funcionarios de la comunidad internacional – y especialmente, por supuesto, para sus sucesores – tan alto que es sencillamente imposible pasarlo. No puede haber mejor regla general para un Secretario General, cuando se enfrenta a un nuevo desafío o una nueva crisis, que preguntarse, «¿cómo lo habría gestionado Hammarskjöld?»… Queda claro que sus ideas más importantes siguen siendo fundamentales en este nuevo contexto internacional. El desafío que se nos presenta es cómo se las puede adaptar para que lo tengan en cuenta»(Annan, 2001).Esta declaración es el reflejo perfecto de su legado, de su contribución a los fundamentos de Naciones Unidas como institución multilateral que aborda los desafíos globales existentes desde una perspectiva imparcial.
Primeros años de la carrera de Dag Hammarskjöld
En un breve discurso escrito para un programa de radio en 1953, Dag Hammarskjöld habló de la influencia de sus padres: «Por parte de mi padre, de generaciones de soldados y funcionarios gubernamentales, heredé la creencia en que no había vida más satisfactoria que el servicio generoso al propio país, o a la humanidad. Este servicio requería el sacrificio de todos los intereses personales, pero también el valor de defender inquebrantablemente las convicciones propias. Por parte de mi madre, estudiosos y clérigos, heredé la creencia en que en el sentido más radical del Evangelio todos los hombres son iguales como hijos de Dios, y que tenemos que acogerlos y tratarlos a todos como maestros en Dios» (Hammarskjöld, 1962). Uno de los aspectos más interesantes de su carrera es que nunca se afilió a ningún partido político, y que se consideró a sí mismo siempre como independiente, lo que demuestra su verdadero carácter de imparcialidad en su responsabilidad. Consagró treinta y un años al gobierno sueco desempeñando distintas funciones de funcionario público y como diplomático.
Uno de sus nombramientos más importantes fue el de asesor del Gabinete para problemas financieros y económicos. Sus responsabilidades implicaban la organización y coordinación de la planificación gubernamental para los distintos problemas económicos que se plantearon como resultado de la guerra. Durante esos años desempeñó un papel fundamental en la elaboración de las políticas financieras de Suecia. De hecho, se lo conoce por haber acuñado el término de «economía planificada». Junto a su hermano mayor Bo, que fue posteriormente subsecretario del Ministerio de bienestar social, redactó la legislación que dio pie a la creación de lo que se llama en la actualidad el «estado del bienestar» (Van Dusen, 1967).
En los últimos años de su carrera con el gobierno sueco, llamó la atención como negociador financiero internacional por su actuación durante las conversaciones con Gran Bretaña sobre la reconstrucción de la posguerra en Europa, por la reestructuración del acuerdo comercial de doce años entre EEUU y Suecia, por su participación en las conversaciones para la organización del Plan Marshall, y por el liderazgo ejercido en el comité ejecutivo de la Organización para la cooperación económica europea. Fue responsable de una serie de negociaciones sobre comercio y finanzas con otros países entre los cuales se encuentran los Estados Unidos y el Reino Unido. Esta experiencia fue la que en verdad afianzó sus competencias como el mediador experimentado que negoció con Gran Bretaña y los Estados Unidos para la rápida ejecución del Plan Marshall en Europa después de la guerra.
En asuntos exteriores siguió una política de cooperación económica internacional (Ahlström, & Carlson, 2006). Una de las negociaciones diplomáticas más difíciles que lideró con éxito durante este período fue evitar la cooperación militar sueca para establecer la Organización del Tratado de Atlántico Norte (OTAN) mientras que si colaboró en el plano político con el Consejo de Europa y en el plano económico con la Organización para la Cooperación Económica Europea.
Dag Hammarskjöld en las Naciones Unidas
Dag Hammarskjöld representó a Suecia como miembro de la delegación sueca ante la sexta sesión regular de las Naciones Unidas en 1949, y que dejó su huella en la organización. Posteriormente, formó parte de la delegación sueca ante la sexta sesión regular de la Asamblea General de las Naciones Unidas de París 1951-1952 como vicepresidente, y fue presidente en funciones de la delegación de su país en la séptima asamblea general celebrada en Nueva York 1952-1953 (United Nations, 2012, p.2).
Para su sorpresa fue nombrado unánimemente segundo Secretario General de las Naciones Unidas por la Asamblea General el 7 de abril de 1953 por recomendación del Consejo de seguridad tras la renuncia del primer Secretario General de las Naciones Unidas Trygve Lie. Uno de los fundamentos de su elección como Secretario General de las Naciones Unidas fue que era considerado una persona de probada integridad, que actuaba en base a valores morales y éticos y que siempre había sido apolítico e imparcial a lo largo de su vida, una característica que le valió el trabajo más difícil del mundo, Secretario General de las Naciones Unidas en uno de los momentos más álgidos de la guerra fría. El 10 de abril de 1953 tomó posesión del cargo de Secretario General de las Naciones Unidas para un mandato de 5 años. Fue reelegido unánimemente para otro mandato de cinco años en septiembre de 1957, más de seis meses antes de terminar su primer mandato.
Brian Urquhart, uno de los asesores más importantes de Hammarskjöld y su principal biógrafo, describe que las «grandes potencias» de la época buscaban un hombre que lo aceptara todo y «por pura casualidad eligieron a alguien que era exactamente lo contrario a lo que todos querían. Pensaban que habían encontrado un funcionario seguro, burocrático, no político, y lo que tenían era Hammarskjöld. Nunca volverá a pasar. Nadie va a cometer el mismo error dos veces» (Urquhart, 1994).Las grandes potencias descubrieron pronto que habían elegido a un hombre que se les enfrentaba, y en concreto a los miembros permanentes del Consejo de seguridad, cuando su conciencia o lo Carta de la ONU lo exigía. Sus valores cardinales y su sello distintivo eran la independencia, imparcialidad, integridad y valor moral. Esto molestaba a algunos de los líderes mundiales pero, al mismo tiempo, lo respetaban por ello (Gilmour, 2013).
Como legado a las Naciones Unidas, Dag Hammarskjöld manifestó que la labor fundamental de la ONU es reivindicar los intereses de los países pequeños en relación con las grandes potencias. Fue también uno de los arquitectos de las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU y, sobre todo, utilizó su buen hacer como mediador en múltiples ocasiones para impedir la guerra y las tensiones entre los estados miembro. Como Secretario General sucedió a Trygve Lie que había no sólo creado la administración de Naciones Unidas y participado en la planificación de su nuevo edificio, sino que también le había dado al cargo de Secretario General una posición más importante e independiente de lo que se había previsto al inicio. Dicho de otro modo, tomó posesión de un cargo que ya había tomado forma y de un aparato administrativo que había adquirido una cierta cantidad de tradición (Jahn, 1961).Durante sus ocho años como Secretario General(1953-1961), inventó e introdujo los conceptos de «diplomacia preventiva» (negociaciones para prevenir los conflictos), «diplomacia itinerante» (negociaciones para acabar un conflicto), «mantenimiento de la paz» clásico(tropas para supervisar el cese el fuego y ejecutar los acuerdos de paz) y el de «presencia política» de la ONU en zonas de conflicto (para evitar que reaviven los conflictos), lo cual sigue siendo la labor fundamental de las Naciones Unidas (Gilmour, 2013).
El legado de la diplomacia (tranquila) de Dag Hammarskjöld
No cabe duda de que al aceptar este cargo tan elevado Dag Hammarskjöld comprendió que los años siguientes no iban a ser nada fáciles. Conocía perfectamente las dificultades que tuve que enfrentar Trygve Lie como para hacerse demasiadas ilusiones al respecto. Muy consciente de la magnitud y complejidad de la tarea, se dedicó a ella completamente, y la llevó a cabo con toda su determinación y con toda su fuerza. Dice en una carta privada escrita en 1953: «Saber que el objetivo es tan significativo que todo lo demás se tiene que dejar de lado te da una gran sensación de liberación y te hace indiferente a todo lo que pueda ocurrirte» (Kuehl, 1975).
Desde que asumió el cargo de Secretario General quiso adoptar un papel proactivo como su predecesor. Desde el principio, ya desde 1953, cuando delineó el papel y las actividades de la Secretaría y del Secretario General estableció que pese a es claramente obligación de la Secretaría y del Secretario General obtener información completa y objetiva sobre los fines y los problemas de los diferentes estados miembro, el Secretario General debe personalmente formase una opinión; debe basarse en las normas de la Carta de la ONU y en ningún momento ha de traicionar dichas normas, aunque esto signifique tener discrepancias con los miembros de la ONU (Jahn, 1961). Su primer año como Secretario General lo dedicó, en efecto, a sus responsabilidades administrativas—hacerse con la Organización y restablecer la moral de la Secretaría y la dignidad del Secretario General. Reiteró que el Secretario General ha de ser «un instrumento activo y servir de catalizador, o quizás de inspirador (UNDP, 2012, p. 8).»
Por primera vez en el seno de las Naciones Unidas le otorgó gran importancia a la resolución de disputas a través de la mediación informal (por Medio de conversaciones entre los representantes de cada uno de los países), en búsqueda de lo que luego se conoció con el nombre de «método de la diplomacia tranquila». Se le dio importancia a este tipo de mediación informal porque las reuniones informales de esta naturaleza han sido y serán siempre parte del trabajo necesario para alcanzar un acuerdo entre concepciones distintas. En cada una de las situaciones complicadas en las que se encontró tenía en mente un único objetivo: respetar las ideas preconizadas por las Naciones Unidas. Se llamaba a sí mismo funcionario internacional, y ponía el énfasis en la palabra internacional (Hammarskjöld, 1961).Y como tal, sólo tenía un amo, y eran las Naciones Unidas.
No cabe duda de que Dag Hammarskjöld consiguió muchas cosas mediante la mediación informal que facilitó y de que demostró una fuerte iniciativa personal en ellas (Jahn, 1961). Existen numerosas ocasiones en las que se puede ver su huella como buen mediador que utilizaba su «diplomacia tranquila» para solucionar las tensiones entre los estados miembros. Uno de los mayores logros con la «diplomacia tranquila» por él creada se produjo en 1955 cuando medió con la República Popular China para asegurar la liberación de los 15 pilotos americanos detenidos que habían formado parte del comando de Naciones Unidas en Corea (UNDP, 2012, p. 2).
Las primeras y más difíciles disputas que le tocaron en suerte surgieron en Oriente Medio. La primera de ellas fue el conflicto entre Israel y los Estados Árabes en 1955. Como representante de la ONU consiguió rebajar la tensión negociando un acuerdo entre cada una de las partes implicadas y la ONU por el cual se demarcaban las líneas divisorias y se establecían puestos de observación de la ONU. Pero la tensión aumentó entre Reino Unidos, Francia y Egipto después de que éste último haya nacionalizado el Canal de Suez. Intentó encontrar una solución a esta controversia mediante negociaciones privadas pero éstas no dieron fruto alguno. Por eso utilizó su presión diplomática y dio a entender que dimitiría si los estados miembros no mantenían su promesa y respetaban todas las cláusulas de la Carta de Naciones Unidas.>
El 1 de noviembre de 1955 la Asamblea General adoptó, a propuesta de Estados Unidos, la resolución 997 (ES-I), que pedía el cese el fuego inmediato, la retirada de todas las fuerzas por detrás de las líneas establecidas por el armisticio y la reapertura del canal. Se pidió al Secretario General que observara e informara inmediatamente al Consejo de Seguridad y a la Asamblea General del cumplimiento de la resolución ya que por dichos organismos eran los adecuados para conocer de dicha acción en conformidad con la Carta de las Naciones Unidas. Es, en realidad, la primera vez en la historia de las Naciones Unidas que un Secretario General fue investido con una potestad de tan largo alcance. Ejercer este poder le dio a Hammarskjöld la ventaja para mediar una solución entre las partes del conflicto a tal punto que Francia y Gran Bretaña se mostraron dispuestas a suspender las hostilidades, siempre y cuando Israel y Egipto aceptaran la creación de una fuerza de la ONU que asegurara y supervisara la suspensión de hostilidades e impedir que luego no se respetara la frontera entre Egipto e Israel. El resultado fue que se puso fin a la guerra, se fijó una línea de demarcación, y que se creó la fuerza de la ONU para controlarla (Jahn, 1961).
Fue esta la primera fuerza armada de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas conocida con el nombre de Fuerza de Emergencia de las Naciones Unidas (UNEF, FENU en español). El establecimiento e esta primera misión de mantenimiento de la paz fue una pura improvisación. En primer lugar, la fuerza fue diseñada para reemplazar la seguridad colectiva tal está prevista en la Carta de las Naciones Unidas (Capítulo VII). Las tensiones de la guerra fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos bloquearon que el Consejo de Seguridad recurriera a la ONU para resolver las crisis internacionales. A fin de resolver la crisis del canal de Suez, Dag Hammarskjöld, actuando a propuesta del Ministro de Asuntos Exteriores canadiense Lester B. Pearson, había recurrido a la Asamblea General para lanzar la nueva operación. Frente a la amenaza de un posible veto británico y francés Hammarskjöld debía adoptar otra estrategia para desplegar el primer contingente de la ONU. Y lo hizo mediante la resolución «Unión pro paz» que databa de la guerra de Corea. Este método tan controvertido permite que la ONU autorice el despliegue de tropas sin la aprobación del Consejo de Seguridad. Tras difíciles negociaciones en el seno de la Secretaría, la FENU recibió finalmente la autorización para el despliegue en Egipto y sus soldados usaron por primera vez el casco azul. Esto demuestra el genio de Dag Hammarskjöld para aplicar su diplomacia y resolver problemas pese a estar en un momento álgido de la guerra fría con tensiones entre poderosos adversarios.
Sus contribuciones a la solución de la crisis entre Líbano, Jordania y los Estados Árabes en 1958 son fundamentales gracias a la creación y administración de un Grupo de Observación de las Naciones Unidas en Líbano (UNOGIL) y la creación de una oficina para el representante especial del Secretario General en Jordania en 1958 (UNDP, 2012, p. 2). Durante estas crisis, uso al máximo todas sus cualidades, concretamente su capacidad para negociar y actual rápidamente y con firmeza; y debemos a Dag Hammarskjöld del mérito de que todas estas crisis se resolvieron según el espíritu de las Naciones Unidas. Se creó un estado de paz en esa zona (Miller, 1961). Fue el triunfo del ideal de paz del cual la ONU es una expresión lo cual, por otra parte, reforzó incuestionablemente el cargo de Secretario General (Jahn, 1961).
Para Dag Hammarskjöld, la Carta de las Naciones Unidas ha sido siempre el principio guía para atacar un problema. Su liderazgo fue puesto a prueba una vez más durante la liberación del Congo el 30 de junio de 1960 que fue una de las colonias europeas más grandes y más ricas en recursos de África. El gobierno post-colonial de Joseph Kasavubu como Presidente y Patrice Lumumba como Primer Ministro tuvo que hacer frente a muchos desafíos: la administración, que había estado en manos belgas por años, estaba hecha trizas; el ejército se había amotinado; una gran proporción de la población blanca había huido; las tropas belgas había intervenido –en parte para proteger a los habitantes blancos; y la provincia de Katanga se había declarado estado independiente (Gibbs, 1993). Todos estos factores –la caída de la administración, el motín de las fuerzas armadas, y finalmente la secesión de Katanga del resto del Congo son los antecedentes que explican la petición hecha por el Presidente Kasavubu y el Primer Ministro Lumumba al Secretario General de la ONU solicitando «despachar urgentemente» asistencia militar de las Naciones Unidas para responder a la acción belga.
El Consejo de Seguridad adoptó la Resolución 143 (1960)por la que se instaba al gobierno de Bélgica a retirar sus tropas del territorio del Congo. Esta reunión es de extrema importancia ya que marca un punto de inflexión en la historia de la ONU. Era la primera vez que la ONU usaba la fuerza armada para intervenir activamente en la solución de un problema relacionada con el fin de un gobierno colonial (Jahn, 1961).La resolución autorizaba al Secretario Generala que diera los pasos necesarios, tras consulta con el gobierno congoleño, para proporcionarle la asistencia militar necesaria hasta que sintiera que con sus esfuerzos y la asistencia técnica de las Naciones Unidas las fuerzas de seguridad nacional fueran capaces de llevar a cabo su trabajo completamente. Después de las acciones del Consejo de Seguridad se creó la Fuerza de las Naciones Unidas del Congo (ONUC). Para llevar a cabo estas tareas el Secretario General organizó una fuerza de las Naciones Unidas que contó en su momento de mayor capacidad con 20000 efectivos. La intervención de la ONU no arrojó el resultado que había anticipado el Presidente Lumumba. Las tropas belgas permanecieron en las bases de Katanga, y se enviaron nuevas tropas belgas al Congo. Como consecuencia de esto el Presidente Lumumba decidió hacer algo completamente inesperado y anunció la posibilidad de solicitar ayuda a Rusia si las potencias occidentales continuaban su agresión contra el Congo. Por este motivo la crisis del Congo se convirtió en uno de los factores del conflicto este-oeste, con lo que la posición de Hammarskjöld y de la ONU en relación con el Congo se tornó extremadamente difícil.
Dag Hammarskjöld luchó en defensa de su política en el Consejo de Seguridad y en las reuniones de la Asamblea General. En ellas insistió que la ayuda al Congo, tanto civil como militar, tenía que llegar por Medio de la ONU. No se debía permitir que ningún interés creado que representara al bloque de las potencias ejerciera su influencia. Fue objeto de muchas críticas tanto de oriente como de occidente. Con la calma y la dignidad de la respuesta que dio Dag Hammarskjöld a los negociadores de las potencias en las Naciones Unidas les afirmó que seguiría en su puesto mientras fuese necesario para defender y reforzar la autoridad de las Naciones Unidas (Jahn, 1961). Y agregó: no es la Rusia soviética ni ninguna de las otras grandes potencias las que necesitan las vigilancia y la protección de la ONU; son todos las demás (Jahn, 1961). No vivió lo suficiente para defender y perseguir sus ideales y políticas hasta su conclusión.
Pereció en un desafortunado accidente de camino a una reunión en la que esperaba poner fin a la lucha en el Congo entre las tropas de Katanga y las fuerzas de la ONU que se había desatado hacía poco durante un intento de aplicar la resolución del Consejo de Seguridad 161 (1961) del 21 de febrero de 1961. Esta resolución instaba a las fuerzas militares de la ONU a tomar medidas inmediatas para impedir la guerra civil en el Congo, y a que utilizaran la fuerza como último recurso. Se ordenó a la ONU, por otra parte, que asegurara que todos asesores belgas y extranjeros militares y políticos, así como aquellos que no estuvieran bajo el mando de la ONU se retiraran inmediatamente.
Dag Hammarskjöld se expuso a unas críticas y ataques violentos y sin límites pero nunca se alejó del camino que había elegido desde el principio: un camino que iba a dar como resultado el desarrollo de la ONU en una organización internacional efectiva y constructiva, capaz de dar a los principios y objetivos expresados en la Carta de la ONU, administrada por una Secretaría fuerte en la que trabajan hombres que sienten y actúan internacionalmente. El objetivo por el que siempre luchó fue hacer de la Carta de la ONU lo único por la que todos los países se regularan a sí mismos.
La tabla que presentamos a continuación presenta la lista de conflictos/crisis en los que contribuyó Dag Hammarskjöld con su experiencia como mediador y las Naciones Unidas como tercera parte imparcial/neutral como mediadora en situaciones de conflicto. Una de las semejanzas y cualidades tal y como lo interpreta Peter Wallensteen es la capacidad de Hammarskjöld de interpretar los mandatos y de encontrar soluciones ingeniosas, principios para la acción y opciones prácticas para actuar (Wallensteen, 2011).
Peter Wallensteen, titular de la cátedra Dag Hammarskjöld de Investigación sobre la paz y los conflictos en la Universidad de Uppsala University (1985-2012), resalta 9 características especiales de la diplomacia tranquila (mediación) de Dag Hammarskjöld que lo llevaron a sacar adelante sus esfuerzos durante las crisis de los momentos más álgidos de la guerra fría. Las características de las que habla Wallensteen son (1) La diplomacia de los viajes(ir a la zona del conflicto en lugar de enviar representantes especiales); (2) Basarse en la confianza mutual y personal(establecer confianza frente a frente); (3) Crear una ventaja diplomática (usar la Carta de las Naciones Unidas para crear una ventaja para la mediación); (4) Actuar pronto cuando sea posible(impedir que escale el conflicto/crisis o la diplomacia preventiva); (5) Crear coaliciones(crear la masa crítica que apoye sus acciones y propuestas); (6) Proteger la integridad del cargo de Secretario General(sigue la Carta de la ONU como principio rector de todas sus acciones y decisiones); (7) La diplomacia en múltiples campos(trabajar el aspecto multidimensional de la crisis tanto a nivel internacional como nacional, sobre todo su rol en la crisis del Congo en la que trabajó simultáneamente con actores internacionales y nacionales); (8) Asumir riesgos(ser proactivo en lugar de quedarse quito a observar la crisis) y (9) Vigor y sencillez (dar prioridad a los mandatos y ser humilde y con los pies en la tierra) (Wallensteen, 2011).
Entre sus esfuerzos de mediación la intervención en la crisis del Congo fue considerada como una de las más controvertidas y el papel de la ONU en el Congo fue criticado por casi todas las partes, tanto por su diseño como por su ejecución. Hammarskjöld apuntó mordazmente a aquellos que acusaron a la ONU de fracaso que tratar con un territorio cinco veces más grande que Francia con menos soldados de la paz que policías hay en Manhattan era poco probable que hiciese de la ONU algo más eficiente que la policía de la ciudad de Nueva York «en la prevención de asesinatos, violaciones y otras formas similares de realización humana que han existido siempre» (Gilmour, 2013).Sus palabras en esos momentos fueron algo amargas pero posteriormente los líderes mundiales se dieron cuenta de ello. Seis meses después del fatal accidente un funcionario sueco muy cercano a Hammarskjöld fue llamado al Despacho Oval. El Presidente Kennedy le explicó que se dio cuenta tarde de que oponerse a las políticas de la ONU en el Congo por motivos anticomunistas había sido una equivocación, y le dijo que lamentaba que era ya demasiado tarde para disculparse con Hammarskjöld en persona. «Ahora me doy cuenta de que en comparación con él yo soy un hombre pequeño. Él es el mayor estadista de nuestro siglo» (Gilmour, 2013).
La sala del silencio: sala de meditación de las Naciones Unidas
Parte del legado que aún perdura en la ONU es la sala de mediación de las Naciones Unidas que fue inaugurada el 14 de octubre de 1952. La existencia de esta sala fue una dura batalla ganada por un grupo de personas que pensaron que sería bueno que al comienzo y al final de cada Asamblea General hubiese un momento de silencia, una tradición que continúa hasta nuestros días. Se trata de un sitio en la sede de las Naciones Unidas en el que la gente puede entrar en si misma, independientemente de su fe, credo o religión, pero Dag Hammarskjöld quería algo más solemne. Para ello contó con el apoyo de un grupo formado por cristianos, judíos y musulmanes, los «Amigos de la sala de mediación de la ONU», que trabajaron juntos para transformar la sala de meditación en «una sala del silencio», una obra maestra supervisada personalmente por el propio Dag Hammarskjöld. Su objetivo era crear en esta pequeña sala un lugar en el que se abren las puertas a la tierra infinita del pensamiento y la oración.
En las palabras pronunciadas durante la inauguración de la sala del silencio afirma que «esta casa, dedicada al trabajo y al debate en servicio a la paz tiene que tener un sala dedicada al silencio en sentido exterior y a la quietud en el sentido interior. El objetivo era crear en esta pequeña sala un lugar en el que se abren las puertas a la tierra infinita del pensamiento y la oración. Se reunirán aquí personas de distintos credos y por esa razón no se han colocado ninguno de los símbolos a los que estamos acostumbrados en nuestra meditación» (Hammarskjöld, 1961).
Conclusión
Es siempre difícil resumir el legado de un hombre que tanto ha logrado a lo largo de una vida muy corta. En la vida de Dag Hammarskjöld no hubo nunca un momento aburrido ya que su extraordinaria vida con tantas responsabilidades como funcionario, economista y finalmente como diplomático mundial pasó por la mejores y peores experiencias que uno pueda imaginar. A su llegada al aeropuerto Idlewild de Nueva York para asumir el cargo de nuevo Secretario General, pensó en su experiencia de montañero que se puede relacionar con su experiencia como mediador internacional. Afirmó entonces, «me interesa el montañismo pero me experiencia se limita a Escandinavia en la que el montañismo requiere más aguante que equilibrismo, y donde las montañas son armoniosas y no dramáticas, hechos frontales (si me permiten este término en este contexto) y no elocuentes. Sin embargo, conozco tanto este deporte que las cualidades que requiere son justamente las que creo que necesitamos hoy: perseverancia y paciencia, mano firme con las realidades, planificación cuidadosa pero imaginativa, una conciencia clara de los peligros y también del hecho de que la suerte es lo que hacemos y que el mejor montañista es aquel que no cuestiona nunca su capacidad para superar todas las dificultades» (UNDP, 2012, p. 9). Esta frase resume su labor de diplomacia como «apóstol de la mediación» que se refleja en cómo gestionó todas las cuestiones a las que tuvo que hacer frente como Secretario General: con perseverancia y paciencia, mano firme con las realidades, planificación cuidadosa pero imaginativa, una conciencia clara de los peligros.
Referencias
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