Revista de Mediación

ADR, análisis y resolución de conflictos

Presentación: Nuevos Caminos, Nuevos Puentes


Publicado en Número 1. Primer semestre 2008

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Resumen:

En Gualeguaychú (Argentina) existe y se practica asiduamente la llamada “vuelta al perro”. Ésta consiste en que, los sábados y los domingos al atardecer, familias enteras se pasean dentro de sus coches por las calles principales del pueblo (básicamente, un triángulo formado por las dos calles comerciales y la calle del paseo marítimo o costanera). Es una práctica heredera de los antiguos paseos a  pie por las plazas de los pueblos, pero ahora este paseo se realiza en coche y sus ocupantes observan, cada uno desde su ventana, el exterior. Las familias no hablan, ni se miran; sólo de vez en cuando se pasan el mate –éste sí, compartido- y se les ve hacerse algún comentario, posiblemente sobre aquel que entra en tal lugar o aquella que sale de ese otro lugar. No son muchos los comentarios que pueden hacerse porque casi todo el pueblo está en fila india dentro de sus coches y sólo unos pocos jóvenes, bastante pocos, pasean con normalidad por la calle, ajenos o conscientes de las miradas de sus vecinos. Hay atasco, como en la Gran Vía madrileña en hora punta, pero no van a ningún lugar. Sólo pasean y observan lo que no se puede ver desde detrás de las cortinas de sus ventanas en sus propias casas. La velocidad, tanto por la cantidad de coches como por la necesidad de mirar, no supera los 10 km/h. Nadie tiene prisa: están dando “la vuelta al perro” en coche. Lo último en esta práctica es hacerlo desde coches con cristales tintados; lógico, cuando uno lo que quiere no es ser visto sino ver. Es una imagen que he visto muchas veces y siempre me ha generado una sensación de tristeza difícilmente explicable. ¿Qué ha sido del tradicional paseo y saludo a los vecinos, la pequeña charla dominical con todos aquellos con los que te encontrabas, el intercambio de “holas y adioses”?; en fin, ¿qué ha sido de la comunicación “cara a cara”?

Volviendo a Gualeguaychú, este pueblo se ha hecho bastante famoso en los últimos años, debido a sus disputas con el pueblo vecino al otro lado del río, Fray Bentos (Uruguay), por una fábrica de papel filandesa –parece ser que bastante contaminante- que se ha instalado en este último pueblo, para beneficio de unos pocos y daños para todos. Esto ha supuesto no sólo un enfrentamiento internacional, con marcadas diferencias entre dos países tradicionalmente hermanos, sino también un distanciamiento entre dos pueblos antes unidos por un puente, ahora cerrado. Cierto; los puentes no se abren, no sólo los físicos –el puente que cruza el río Uruguay entre Gualeguaychú y Fray Bentos lleva 15meses cerrado y los otros dos puentes entre Argentina y Uruguay están también en conflicto por su cierre-; tampoco los psicológicos. Y ahora los dos pueblos se miran el uno al otro como encerrados en sus coches de vidrios tintados, pasando el mate a sus propios conciudadanos, sin hablar, y sin un simple “hola y adiós” entre antiguos vecinos. Están dando “la vuelta al perro”.

Y los mensajes en la puerta de casi todas las tiendas son claros: sobre el fondo de la bandera argentina, se lee: “¡Fuera Botnia (el nombre de la fábrica). Arriba la Patria!”. ¿Cuántas veces se ha utilizado y se seguirá utilizando ese concepto, patria, no como unión, sino como separación, como un muro que nos separa de los que nos rodean?

Podríamos pensar que lo que pasa en Gualeguaychú es una excepción, una muestra de que los gualeguaychuenses son poco comunicativos, que están totalmente metidos en sí mismos, que son conflictivos y buscan enemigos, que no empatizan, que no buscan soluciones activamente, soluciones positivas; pero no. Todos, y cada vez más, estamos metidos en nosotros mismos. Todos nos parapetamos en nuestras posiciones. Todos buscamos razones para sentirnos agraviados y para agraviar al otro. Parafraseando a Kennedy frente al Muro de Berlín –de nuevo, el muro- en 1963 (“ich bin ein Berliner”, esto es, “yo soy berlinés”), reconozcamos que “todos somos gualeguaychuenses”.

Internet es otra muestra. Nuestros jóvenes pasan horas y horas enganchados a los chats, hasta el punto que muchos reconocen que prefieren estar chateando en casa que salir un rato a jugar o charlar con sus amigos. Podríamos preguntarnos hacia dónde vamos o clamar aquel “cualquier tiempo pasado fue mejor”. No seré yo quien lo diga. La sociedad cambia y aunque algunos cambios puedan traernos consecuencias negativas, la mayor parte de ellos nos abren muchas posibilidades, si nos lanzamos a por ellas. Sobre éstas va a escribir el eminente Ramón Alzate en este primer número de “Revista de Mediación”. La mediación en línea es un buen ejemplo de oportunidad de aprovechar esos nuevos recursos para comunicar, para trascender las distancias y para hacer llegar la cultura de la oportunidad y de la paz a todos. Si nuestro papel como mediadores es crear puentes de comunicación (de nuevo, los puentes abiertos); si nuestro papel es echar abajo los muros entre las personas, da igual el formato que utilicemos para construir los primeros y destruir los segundos. Alzate nos introduce en un “mundo nuevo de posibilidades” para la mediación. Allá donde haya conflictos, allá donde haya posibilidades de introducirnos con el fin más que noble de acercar a las personas, allá deberemos estar.

Internet y la mediación en línea son una buena forma de aproximarnos a nuestros jóvenes, como aproximaciones al mundo de los jóvenes suponen los estudios de Rosa Pulido y Gema Martín, la primera desde la mediación penal y la segunda desde lo escolar. En el I Congreso Internacional de Responsabilidad Penal de Menores, ocurrido el pasado mes de febrero en Madrid, eminentes especialistas de distintos países europeos insistían en que endurecer las medidas no supone un decrecimiento de los delitos. Otra vez, en este ámbito –el de los jóvenes- como en tantos otros, los mediadores tenemos mucho que decir, y sobretodo reclamar un espacio de puentes tendidos, de muros a franquear, y estos dos artículos nos dan claves importantes para ello.

Por último, María Percaz va a introducirse en el entresijo de nuestras técnicas para cuestionarse qué debemos buscar y de qué manera en nuestras mediaciones; cómo llegar a la petición de disculpas sinceras, auténtico boomerang en la reconstrucción de las relaciones deterioradas. Aportación más que interesante que desde aquí aplaudimos.

AGRADECIMIENTOS

“Revista de Mediación” inicia su camino con la esperanza y el deseo de convertirse en un espacio de referencia para nuestra profesión. Y en ella queremos dar cabida a todos los que tengan algo importante que aportar al enriquecimiento de la mediación como vehículo de la ya referida cultura de la paz y de la proximidad.

No podemos iniciar este nuevo camino sin antes dar nuestro más caluroso agradecimiento a aquellos que han permitido y facilitado esta nueva aventura. Como dice en su artículo María Percaz, la petición de disculpas sinceras es fundamental para las buenas relaciones. Yo añado: el agradecimiento también lo es.

Primero, agradezco a los autores tanto de los artículos publicados como de aquellos que finalmente no han podido aparecer en este primer número, su confianza y entrega a este proyecto.

Debo agradecer, asimismo, a todos los miembros y socios de la Asociación Madrileña de Mediadores (AMM), ya que sin ellos no existiría “Revista de Mediación”. Desde que nació la idea de una asociación para la defensa y promoción de la mediación, la posibilidad de este nacimiento al que hoy asistimos estuvo presente. “Revista de Mediación” debía hacerse y hoy es un hecho gracias a AMM y, sobretodo, gracias a la confianza y el apoyo recibidos por parte de su Presidenta, Ana Criado Inchauspe.

Gracias a todo el Equipo de “Revista de Mediación”. Gracias, en especial, a Germán y Pablo, que insistieron en dar una imagen moderna al concepto clásico de revista de investigación. Ahora, con los resultados en las manos, no puedo sino reconocer que tenían razón. Gracias también por su esfuerzo desinteresado. Y gracias a “Sello Gráfico S.L.” por su profesionalidad.

Finalmente, este proyecto se ha hecho realidad gracias al esfuerzo y dedicación de dos personas que han estado mano a mano conmigo, escuchando, reflexionando y aportando soluciones, ayudándome a encontrar ese “nuevo camino”, y que han robado tiempo a sus muchas actividades diarias para que, con su profesionalidad, entusiasmo y entrega, pudiera salir este primer número de “Revista de Mediación”. Gracias de corazón a Marcelo y, sobretodo –ya siempre en deuda contigo-, a Mónica.