Revista de Mediación

ADR, análisis y resolución de conflictos

Presentación: La voz que debe ser escuchada


Publicado en Volumen 9 – 2016, Nº. 1

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Resumen:

Con más de 70 años, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), va entrando ya en una edad bien madura. Revista de Mediación ha querido acercarse a esta gran organización para conocer cuáles son los medios de resolución de disputas que se emplean en ella. Nuestro primer artículo viene de la mano del canadiense KEVIN BROWN, responsable principal del World Mediation Summit, evento imprescindible que cada verano ilumina de voces de paz y de mediación el panorama académico madrileño. Brown nos introduce en los pasillos de las Naciones Unidas para conocer de una pincelada aquellos medios de resolución alternativa de disputas más establecidos en esta institución, en el artículo «Mediación en las Naciones Unidas».

En esos 70 años, no son pocos los reproches que podemos hacerle a la ONU; muchos los errores, muchos los defectos de origen; muchas las intervenciones erradas y, aún peor, las no llevadas a cabo, bien por el freno de algunos países con mucho poder en esta institución, bien por la desidia en ocasiones, bien por la ignorancia. Y pese a ello, qué fundamental nos parece la existencia de un organismo de estas características. Porque sólo gracias a la existencia de la ONU muchas pequeñas historias han tenido lugar, muchas voces han sido escuchadas –que no siempre atendidas–, pero que han permitido que, cuando menos, recordemos que están ahí.

En «Speaking of violence», Sara Cobb hace referencia al concepto de «estado de excepción» en la violencia narrativa (Cobb, 2013, p.27) para referirse al lugar en que posicionamos a aquellos cuyas historias simplemente no pueden ser contadas. El conflicto no es ya una típica disputa por refutar la narrativa del Otro (y defender la propia), sino una batalla de exclusión de narrativas: que el Otro no pueda formular su narrativa. La batalla que genera opresores y excluidos. Es la mayor violencia: la omisión del derecho a poder relatarse y relatar la vivencia propia, a elevar la voz y expresar un requerimiento; eso que coloquialmente llamamos el «derecho al pataleo», pero que es más que sólo la queja. Es la propia existencia, porque somos contados; porque lo no contado, lo reprimido, lo callado, lo ausente, pierde existencia. Y eso es sin duda la mayor de las violencias, la negación de la existencia.

Por ello, es tan importante que existan espacios donde los pequeños puedan dejar oír su voz, donde puedan relatar su realidad frente a la realidad que intentan imponer los poderosos; un espacio donde puedan existir pese a la negación de su existencia.

En ese sentido, la ONU ha permitido hacer que muchas de estas voces tengan su lugar frente a los que han preferido callarlas y omitirlas del debate público. Y ya sólo por ello es fundamental. Pero como pequeño micromundo que es, reflejo del mundo real, los «estados de excepción» van a repetirse dentro de ella. Las fuerzas de poder, los intereses de unos sobre otros, el acomodamiento y la permisividad de los «neutrales», etcétera, hacen dentro de la ONU lo mismo que fuera de ella, en el gran mundo real, silenciar la voz del pequeño. Pero no siempre.

Hay quienes han entendido, dentro y fuera de la ONU, que las voces han de ser escuchadas y que deben de llegar allí donde está el poder y la posibilidad de la actuación a gran escala. Ese es el caso de nuestro invitado a la entrevista de este número, el Embajador DIEGO ENRIQUE ARRIA SALICETTI, que nos va a hablar de la «Fórmula Arria» de las Naciones Unidas o lo que él cariñosa y humildemente llama «mis pequeños cafés». En lo pequeño está lo grande, y la Fórmula que lleva su nombre ha dado la oportunidad a los pequeños de ser escuchados, ha creado el espacio, como nos cuenta Arria, no sólo para permitirles hablar y acercar realidades a lo que él llama «la cúpula del mundo», sino incluso para crear el espacio donde pueden confrontarse sus «pequeñas» narrativas excluidas con los discursos establecidos, dominantes, opresores, impuestos. Así ha ocurrido en muchísimos casos de los que han sido abordados en las Naciones Unidas con la Fórmula Arria, al igual que otras voces jamás pudieron ser escuchadas, como es el caso de Irak, en la Segunda Guerra de Irak, al que se le negó reiteradamente sus solicitudes de Fórmula Arria en su caso, como nos recuerda el Embajador Arria.

El mismo Arria nos habla en su piso de Nueva York de su propia voz silenciada. Eso al menos han intentado quienes no le permiten entrar en su país, Venezuela. Arria es un hombre incómodo, parece ser que tanto para el Gobierno de Venezuela como para la oposición. «¿Para la oposición?» –pregunto extrañado. «Sí» –me responde– «es que soy demasiado independiente y siempre les digo que como todo lo que soy se lo debo a Venezuela, sólo me debo a ella». Y pese a las evidentes comodidades en que vive este político venezolano, en su voz y en su mirada se ve el dolor de no poder estar en su tierra, con los suyos, haciendo lo que siempre ha hecho: elevando la voz sobre lo que considera injusto. No puedo entrar a valorar cuánto de lo que dice esa voz es o ha sido justo o injusto, cuáles son sus criterios y si son adecuados o no. No me interesa tanto eso como el hecho de que su voz, como la de todos, debe tener su espacio, ser escuchada, no sometida al silencio, a lo no narrado, a lo excluido. Pero Arria no se rinde, no se consuela con la comodidad de su piso neoyorkino, no se somete al rechazo de uno y otro bando, desde que hace 3 años fue expulsado del país por el gobierno de Chávez y expropiada su finca. Mantiene su sublevación, su voz para todo aquel que quiera escucharle, y parece que no son pocos. Con más de 70 años, como decíamos al inicio de esta presentación de la propia ONU donde ha peleado tanto, este hombre no se ha achicado frente a las nuevas redes sociales, sino que las ha hecho propias. El que no se asusta frente a los grandes, tampoco lo hará frente a las nuevas tecnologías. Desde su espacio de «figura pública» en Facebook, se dirige con frecuencia a su pueblo para denunciar lo que considera abusos del poder actual en su país. Más de 70.000 visionados tiene su última entrevista, del día anterior a nuestra segunda visita, y más de 160.000 su entrevista previa, me enseña orgulloso. Arria hace escuchar su voz. No hay expulsión que le detenga; no hay control al que se someta.

Una voz incómoda, por tanto, aquella que no se puede controlar, aquella que sigue sus propios dictados. Así fue esta voz de libre cuando en 1993, unido a los otros embajadores de los países no-alineados miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, consiguió que se estableciera una primera Misión del Consejo de Seguridad en el terreno. Era la primera vez que una Misión salía del espacio seguro y cómodo del Consejo de Seguridad para ir a ver en primera persona lo que sucedía en un territorio que, además, estaba en guerra (entonces en Croacia y Bosnia, y pronto en Kosovo). Fue en esta Misión donde Arria pudo ver de primera mano lo que pasaba en la antigua Yugoslavia. Fue elegido Presidente de esta Misión porque, según nos asegura, los miembros permanentes del Consejo no tuvieron tiempo para reaccionar. Los embajadores de los «países pequeños» unieron sus fuerzas y consiguieron imponerse («Hasta al aseo íbamos juntos para que no nos pudieran presionar» –nos cuenta el Embajador): la Misión fue aprobada y Arria elegido presidente de la misma. De no haber actuado así, unidos y ágiles, él no hubiera sido jamás el presidente de esta Misión. Demasiado independiente. Una voz que los países más fuertes no querían que fuera escuchada. Pero se le escuchó, y de qué manera.

«¿Por qué no hubo antes ninguna otra Misión en terreno?», le preguntaremos al embajador Arria. No tiene duda en responder y con la contundencia que le caracteriza: «porque tan pronto uno llega, se da cuenta de que nos han estado mintiendo o desinformando o que nos estaba faltando información muy relevante». Arria cree en conocer el terreno de primera mano. Por eso, fue a los Balcanes y vio lo que realmente estaba pasando. Y cree en la necesidad de escuchar las voces que, de otra forma, no llegarían hasta la cúpula de la ONU. Por eso, es el autor de esa Fórmula que lleva justamente su nombre; por su apuesta por dar voz a los que, de no dársela, no pueden tenerla.

Volvió a las Naciones Unidas y leyó con la fuerza que le caracteriza su informe de tal experiencia. En él, denuncia las atrocidades que estaban ocurriendo, e insta a las Naciones Unidas a que hagan algo al respecto, avisando que en Srebrenica se estaba produciendo un genocidio a cámara lenta. Cita el pequeño gran relato del Premio Nobel García Márquez, «Crónica de una muerte anunciada», para avisar de que, si no se tomaban acciones, ocurriría una tragedia. No se tomaron acciones. Y un año después ocurrió la masacre. Todos recordamos lo ocurrido en Srebrenica, una matanza sin paliativos, mientras los cascos azules permanecían «de brazos cruzados». Fue un periodo complejo, y no sólo en los Balcanes, como denuncia, entre otros, los periodistas Linda Polman en su libro «De brazos cruzados: el fracaso de la ONU en los conflictos internacionales» (2004) o Eric Frattini en «ONU. Historia de la corrupción» (2005). Ya Arria había advertido de la excesiva condescendencia de los mandos militares de los cascos azules de la ONU (UNPROFOR,  las siglas en inglés de Fuerza de Protección de las Naciones Unidas) con el ejército serbio que sitiaba la ciudad. Su voz incómoda también llega a acusar al entonces Secretario General de las Naciones Unidas, el egipcio Butros Ghali, de complicidad por su inacción. Voz denunciante, voz rebelde.

Fueron años difíciles, oscuros casi negros, para la ONU. Errores como los de la masacre de Srebrenica, en Bosnia; como el genocidio de Ruanda contra la minoría tutsi; o como la guerra civil de Sierra Leona, que duró más de 10 años y que inevitablemente nos trae imágenes de niños-soldados, de miembros amputados, de masacres, de diamantes de sangre. Y no han sido los únicos errores de la ONU. Muchos más podríamos echarles/echarnos en cara, pero no es éste el espacio para ello. Creemos en la paz, en una paz positiva, como diría Galtung (1969); una paz en la que las voces de todos sean escuchadas. Trabajemos todos y exijamos todos a esa ONU que sea lo que tiene que ser: el espacio y lugar donde esas voces puedan ser escuchadas, atendidas, defendidas.

Nuestro siguiente autor, CHRISTIAN QUINTEROS FLORES, recurre a Naciones Unidas, en cuya Agenda 2030 (Objetivos de Desarrollo Sostenible) se señala, como nos recuerda, que «las naciones deben centrarse en la promoción de sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, la provisión de acceso a la justicia para todos y la construcción de instituciones responsables y eficaces a todos los niveles». No es mal objetivo, sin duda.

Quinteros nos adentra en su artículo «La Mediación Comunitaria en escenarios de conflictividad territorial: Una mirada a la Institucionalidad Chilena», a través de un episodio de reciente gran impacto en Chile, como fue el incendio del Relleno Sanitario Santa Marta, en las posibilidades de la mediación vecinal y comunitaria como vía, una vez más siguiendo el tema central de este número, de dar voz a los no escuchados. Actores sin frase, películas mudas, estados de excepción para aquellos que no pueden relatar sus historias ni ser tenidos en cuenta para la solución de situaciones y conflictos que les afectan de forma directa. Y sus voces son las nuestras, porque los daños ambientales no sólo afectan a aquellos que los sufren más de cerca, sino que todo daño ambiental es un daño a la totalidad de los humanos. Daños sin respuesta. Daños silenciados. Daños mudos.

En su última y magistral novela, «El Reino», Emmanuel Carrère hace una referencia a un texto que Marguerite Yourcenar escribió sobre su propia escritura de la también novela «Memorias de Adriano». En relación al papel del escritor de novela histórica frente a distintas fuentes, recoge una idea que bien puede valer para nuestra labor como mediadores. Dice: «Cuando dos textos, dos afirmaciones, dos ideas se oponen, complacerse en conciliarlos en vez de que se anulen uno a otro; ver en ellos dos facetas distintas, dos estados sucesivos del mismo hecho, una realidad convincente porque es compleja, humana porque es múltiple» (Carrère, 2015, p.214). Efectivamente así entendemos la mediación: no es sólo que las voces puedan ser escuchadas, sino que, en la riqueza de sus diferencias, puedan aproximarse, desde la confianza de que frente a narrativas pobres, en blanco y negro, existen narrativas donde existen los grises, y no sólo grises. La narrativa es rica cuando se suman todos los colores para entender que la realidad es mucho más de lo que una narrativa cerrada puede incorporar. Nuestra labor es multiplicar las voces, enriquecer con matices, con posibilidades, con multiculturalidad y humanidad, y no dar por válido sin más el discurso dominante de un bando u otro, ensimismados en sus pobres narrativas.

Volvamos un segundo a Venezuela, para saltar de ahí a España. El expresidente español Rodríguez Zapatero, en lo que nos recuerda inevitablemente al papel asumido tras su periodo de gobierno por el expresidente estadounidense Jimmy Carter como mediador en conflictos internacionales, ha aceptado el papel de mediador que le han ofrecido en el conflicto venezolano. Como todo mediador que realmente desee hacer un buen papel, ha sido aceptado por ambos bandos, gobierno y oposición; la única figura política que lo ha logrado frente a otras que también se postularon, como el carismático expresidente de Uruguay, José Mujica, por citar alguno. Ahí anda Zapatero, en una misión complicada, conciliando narrativas que parecen muy contrarias, donde al ruido propio de las voces de los afectados de ambos bandos –en liza por imponerse frente a los del otro, y todavía poco dispuestos a escucharse mutuamente–, se suma el ruido de otros políticos españoles, menos interesados en el propio proceso de paz y de comunicación que se intenta establecer en una Venezuela dividida, que en sus respectivos réditos electorales al otro lado del charco. Demasiadas voces, o no tanto. El Carter español, el promotor de la Alianza de las Civilizaciones, lo tiene difícil en eso de «complacerse en conciliarlos en vez de que se anulen uno a otro», pero todos le deseamos, por el bien de nuestros hermanos venezolanos, que consiga desempeñar tal función de la mejor manera posible.

Este Zapatero, aquel que en su segunda legislatura pareció cometer más errores que aciertos, es el mismo que en su primera legislatura aprobó leyes consideradas fundamentales para la segunda modernización de España. Recurriendo por tercera vez en esta presentación al Carrère que recurre a Yourcenar: «una realidad convincente porque es compleja, humana porque es múltiple». Leyes, decíamos, coloquialmente reconocidas por todos como «ley de Protección contra la Violencia de Género», «ley del Divorcio Exprés», «ley del Matrimonio Homosexual». Y, por encima de todas ellas, la «ley de la Dependencia», esa que fue llamada la del «cuarto pilar» del Estado de Bienestar, que garantizaba los derechos a las personas dependientes y sus familiares de una asistencia obligatoria por parte del Estado. La voz de los más débiles –entendiendo por débiles aquellos que no estaban en el discurso social, los olvidados por no atendidos– era escuchada y priorizada en esta ley. Pero una ley que nació con bajo presupuesto, y aún más bajo en los años posteriores, acabó siendo una ley silenciada, como silenciados aquellos que debían ser atendidos por ella.

En este número de Revista de Mediación, los almerienses INMACULADA ASENSIO FERNÁNDEZ y FRANCISCO GÓNGORA GÓMEZ nos adentran en las posibilidades de la mediación en el ámbito de la Dependencia. Lanzan una mirada a la realidad de las familias españolas y a las dificultades que deben superar cuando uno de sus miembros sufre algún tipo de dependencia. Y promueven a la acción a los mediadores para abordar los conflictos derivados de estas situaciones. Un buen artículo que, como siempre hemos promovido desde Revista de Mediación, insiste en las posibilidades de una actuación profesional como la nuestra en distintos ámbitos. Porque las voces deben ser escuchadas, y la de los dependientes, a menudo no tenidas en cuenta, deben tener su hueco. Volviendo a Naciones Unidas, la emisora de radio Cadena Ser (Hoy por hoy, 17/06/17) nos cuenta que la ONU llamó la atención a España en 2011 por incumplir la Convención sobre las Derechos de las Personas con Discapacidad, ya que, por ejemplo, cuando para protegerlas de abusos económicos los jueces las declaran «incapacitadas legalmente», les retiran de forma sistemática el derecho a votar. Las asociaciones de personas con discapacidad, que reclaman un cambio en la ley electoral, señalan que esto afecta a unas 80000 personas, de las cuales muchas sin duda tienen discernimiento de sobra para elegir su voto. Les retiramos la voz. Es curioso cuántas decisiones tomamos en nombre de nuestros dependientes sin contar con sus propias opiniones. «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo» era la proclama de la Ilustración que aún hoy en día mantenemos en tantos y tantos contextos. Como decimos coloquialmente, «esto hay que hacérselo ver». Como sociedad, nos lo tenemos que hacer ver. Y el artículo de Asensio y Góngora –no, no es el mismo autor de la «Fábula de Polifemo y Galatea» y de «Soledades», pero es innegable la calidad de su escritura– nos ayudan a ello.

Por último, nuestro espacio de Aperturas, que tienen, como ya saben nuestros lectores habituales, el fin de abrir nuevas formas de actuación en el ámbito de la mediación y demás medios positivos de resolución de conflictos, es tomado en esta ocasión por nuestra colaboradora y gran experta en terapia Gestalt y Eneagrama, MARINA FERNÁNDEZ-CABALLERO PÉREZ, para introducir un tema bastante desconocido para muchos mediadores: los sistemas clasificatorios de personalidad y sus posibilidades en la mediación. Hay muchas voces en los conflictos, y no sólo cuestiones sociales hacen que algunas no tengan su voz. Hay veces, por más que los contextualistas lo rechacen, que sostienen que los aspectos personales juegan un papel decisivo en que ciertas voces callen frente a su dolor. Por eso, Fernández-Caballero decide aportar su grano de arena desde aquello que mejor conoce, el Enegrama, y sus múltiples posibilidades para abordar adecuadamente, profesionalmente, el conflicto entre personas. Y lo primero que encuentra en su estudio es paradójico: lo muy poco escrito hasta el momento sobre personalidad en mediación. ¿Dónde ha quedado la voz del psicólogo en este asunto? El post-modernismo, las escuelas sistémicas, narrativas y humanistas, o las conductistas han encontrado su hueco y has hecho aportes fundamentales para la mediación; no así la psicología de la personalidad, que hasta el momento ha tenido pocas voces. Necesitamos revisar el concepto de conflicto, tanto en su análisis como en su resolución, también desde ese prisma que es el estudio de la personalidad. Darle voz. Por ello, agradecemos el paso dado por esta autora, cuyo mayor interés es dar a conocer lo que supone, desde su opinión (y la nuestra) una herramienta de mucho futuro para la mediación, y sobre la que profundizaremos más extensamente en próximas ocasiones.

Nuevas voces, nuevos apoyos

Por último, deseamos agradecer públicamente en estas páginas a las últimas voces que se suman a nuestro equipo, personalidades relevantes del mundo de la mediación y universidades importantes del ámbito académico internacional. Damos, por tanto las gracias, a nuestros nuevos miembros del Consejo Editorial:

  • Carlos Adrián ACOSTA HERNÁNDEZ, de la Universidad de León (MÉXICO)
  • Nancy D. ERBE, de la California State University Dominguez Hills (Carson, California, EEUU)
  • Mirlis REYES SALARICHS, del Inter-American Defense College (OEA, Washington DC, EEUU)
  • Francisco ROJAS ARAVENA, rector de la University for Peace (UPEACE, ONU, San José, COSTA RICA), dependiente de las Naciones Unidas
  • Javier WILHELM WAINSZTEIN, de la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona, ESPAÑA)
  • Walter A. WRIGHT, de la Texas State University (San Marcos, Texas, EEUU)

Referencias

Cadena Ser, programa «Hoy por hoy», 17 de junio de 2016, de 7:12:00 a 7:13:30 a.m.: http://play.cadenaser.com/audio/cadenaser\_hoyporhoy\_20160617\_070000\_080000/

Carrère, E. (2015). El Reino. Barcelona: Anagrama.

Cobb, S. (2013). Speaking of Violence. The Politics and Poetics of Narrative in Conflict Resolution. New York: Oxford University Press.

Frattini, E. (2005). ONU. Historia de la corrupción.  Madrid: Espasa Libros, S.L.U.

Galtung, J. (1969). Violence, Peace, and Peace Research. Journal of Peace Research, 6(3), 167-191. Recuperado de http://www.jstor.org/stable/422690

Góngora y Argote, L. de (2010). Fábula de Polifemo y Galatea. Madrid: Cátedra.

Góngora y Argote, L. de (2005). Soledades (7ªed). Madrid: Cátedra.

Polman, L. (2004). De brazos cruzados: el fracaso de la ONU en los conflictos internacionales. Madrid: Debate.

Yourcenar, M. (1999). Memorias de Adriano. Buenos Aires: Edhasa.